jueves, 18 de julio de 2013

Soledad

Es extraño como existen algunas situaciones de la vida que para algunas personas podrían resultar absurdas, para otras podrían ser un puente que la transporte a un sitio mejor o simplemente diferentes, dentro de sí mismas. La misma acción, diferente punto de vista, que curioso. 

Por ejemplo: un domingo soleado vas caminando por una acera solitaria, de una calle cualquiera, de un lugar cualquiera. Supongamos que esta está limpia y cuidada,  en una despejada tarde de verano. Normalmente mis pensamientos irán cambiando de uno a otro sin orden alguno, divagando como ahora, sin prestar ni siquiera atención a nada de lo que me rodea, hasta que... hasta que otra tarde de esas que para ti parecería normal, decide ser especial y te das cuenta de que están ahí esos árboles marrones  y frondosos a los que no les habías prestado mucha atención, agradeces que están tapando parte de el sol y miras sus brillantes y verdes hojas, disfrutas de un baile que no esperabas ver, de como esos finos y verdes pedacitos de vida son mecidos suavemente por un viento brillante, muy brillante, que de vez en cuando te ciega si  lo miras fijamente, y otras veces solo dibuja unas peculiares y definidas manchas blancas en tu cara. Te das cuenta de que existe algo más a parte de todo lo que tus ojos están observando en ese mismo instante. 

Y efectivamente, sí, es ridículamente absurdo, pero justo ahí te dejas llevar por el momento, un pensamiento te lleva a otro y este a otro aún más lejos, hasta que de repente y si la calle es lo suficientemente larga, lo ves claro, ves que da igual hacia donde vayas y sobre todo que no importa quien te este esperando al final del trayecto. Porque dentro de ti, no encontrarás más que esos absurdos momentos, en los que la soledad fue la protagonista de una agonía silenciosa, que siempre estará contigo por muy lejos que te lleven tus pensamientos.



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