domingo, 16 de enero de 2011

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar…

Decidí no esperar a las oportunidades sino yo misma buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución, decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.


Aquel día me di cuenta y descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas está la única y mejor forma de superarnos. Aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo la mejor y que quizás nunca lo fui. Me dejó de importar quién ganara o perdiera; ahora me importa simplemente conocerme mejor que ayer.


Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir. Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien “amigo”.
Descubrí que el amor , ese extraño sentimiento del que todos hablan, es más que un simple estado de enamoramiento, «el amor, es una filosofía de vida».


Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas… Me dí cuenta de que hay que luchar por lo que quieres.
Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo para descansar… ahora simplemente duermo para soñar.

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